Las harinas son alimentos que se obtienen de la molienda de cereales, como el trigo, el maíz, el arroz, la avena, etc. Son una fuente importante de carbohidratos, que son los nutrientes que aportan energía al organismo. Sin embargo, no todas las harinas son iguales, ni tienen los mismos efectos en la salud.
Las harinas se pueden clasificar en refinadas y no refinadas, según el grado de procesamiento que sufren. Las harinas refinadas son las que se someten a un tratamiento que elimina la mayor parte de la fibra, las vitaminas y los minerales que contienen los granos enteros. Esto hace que sean más blancas, suaves y duraderas, pero también menos nutritivas y más perjudiciales.
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Las no refinadas, también llamadas integrales, son las que conservan la totalidad o la mayor parte de los componentes de los granos. Esto hace que sean más oscuras, ásperas y perecederas, pero también más saludables y beneficiosas.
El consumo excesivo de harinas refinadas se ha asociado con diversos problemas de salud, como la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el síndrome metabólico, entre otros. Esto se debe a que las harinas refinadas tienen un alto índice glucémico, es decir, que elevan rápidamente los niveles de azúcar, lo que genera una mayor secreción de insulina, la hormona que regula el metabolismo de la glucosa.
Por estas razones, muchas personas deciden dejar de consumir harinas, o al menos reducir su ingesta, y optar por otras fuentes de carbohidratos más saludables, como las frutas, las verduras, las legumbres, los cereales integrales y los tubérculos. Al hacerlo, se pueden experimentar diversos efectos positivos, como los siguientes:
Al disminuir el consumo de harinas refinadas, se reduce la ingesta de calorías vacías, es decir, que no aportan nutrientes, y se favorece el uso de la grasa como fuente de energía. Además, al aumentar el consumo de fibra, se mejora la saciedad y se evita el picoteo entre horas.
Más cambios
Al sustituir las harinas refinadas por otras fuentes de carbohidratos de bajo índice glucémico, se evitan los picos de azúcar y se mejora la sensibilidad a la insulina, lo que previene y controla la diabetes. También se disminuyen los niveles de colesterol malo (LDL) y de triglicéridos, y se aumentan los de colesterol bueno (HDL), lo que protege la salud cardiovascular y previene la aterosclerosis, la hipertensión y el infarto.
Al dejarlas y al incrementar el consumo de fibra, se facilita el tránsito intestinal, se previene el estreñimiento y se mejora la salud de la flora bacteriana, lo que favorece la absorción de nutrientes y la eliminación de toxinas.