El ayuno es una práctica que consiste en abstenerse total o parcialmente de comer o beber durante un período de tiempo determinado. El ayuno puede tener fines religiosos, terapéuticos, políticos o personales, y se ha practicado desde la antigüedad por diversas culturas y creencias. En el artículo, Estefanía Pasquini aclara una situación que surge de esta práctica.
En los últimos años, el ayuno ha ganado popularidad como una estrategia para perder peso, mejorar la salud y prevenir enfermedades. ¿Pero es realmente beneficioso el ayuno? ¿Qué riesgos puede tener para la salud? ¿Qué dice la ciencia al respecto? ¿Es a corto o a prolongado plazo? ¿Es sostenible? Muchas de estas preguntas son respondidas por Estefanía Pasquini.
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Existen diferentes tipos de ayuno, según la duración, la frecuencia y el grado de restricción calórica. Algunos de los más conocidos son el ayuno intermitente, que alterna períodos de ayuno con períodos de alimentación normal; el ayuno prolongado, que implica abstenerse de comer durante varios días o semanas; y el ayuno terapéutico, que se realiza ante la supervisión médica y con fines curativos. Los defensores del ayuno argumentan que esta práctica tiene múltiples beneficios para la salud, como:
Estimular la autofagia, un proceso celular que elimina las toxinas y las células dañadas. Reducir la inflamación, el estrés oxidativo y el envejecimiento celular. Mejorar la sensibilidad a la insulina, el metabolismo y el control del apetito. Prevenir o revertir enfermedades como la diabetes, la obesidad, el cáncer o las enfermedades cardiovasculares. Potenciar la función cognitiva, el estado de ánimo y la creatividad.
Sin embargo, estos supuestos beneficios no están respaldados por evidencias científicas sólidas y consistentes. La mayoría de los estudios que avalan el ayuno se han realizado en animales o en humanos con condiciones específicas, y no se han comparado con otras intervenciones dietéticas o de modo de vida. Además, el ayuno puede tener efectos secundarios indeseables y contraindicaciones para algunas personas.
Algunas de las consecuencias negativas del ayuno son: dolores de cabeza, mareos, fatiga, falta de concentración y mal humor. Hipoglucemia, hipotensión, deshidratación y desequilibrios electrolíticos. Pérdida de masa muscular, ósea y metabólica. Alteraciones hormonales, menstruales y reproductivas. Trastornos digestivos como diarrea, estreñimiento o reflujo ácido. Trastornos del sueño como insomnio o pesadillas. Trastornos alimentarios como anorexia, bulimia o atracones.
¿Es bueno o malo?
En conclusión, el ayuno no es una panacea ni una solución mágica para mejorar la salud o perder peso, dice Estefanía Pasquini. El ayuno puede tener algunos beneficios potenciales, pero también puede tener efectos secundarios perjudiciales y contraindicaciones para ciertas personas. Por lo tanto, antes de iniciar un ayuno se debe consultar con un profesional sanitario cualificado que evalúe los riesgos y beneficios individuales.
Además, se debe seguir una alimentación equilibrada, variada y suficiente, que cubra las necesidades nutricionales y energéticas del organismo. El ayuno no es una excusa para comer mal o en exceso cuando se rompe el ayuno, sino una forma de regular la ingesta y el gasto calórico. El ayuno debe ser una opción personal y consciente, no una imposición social o una moda pasajera.