A través de un nuevo posteo de sus redes sociales, Alberto Cormillot, doctor y especialista en nutrición, contó una historia personal con una enfermedad respiratoria, como una creencia no le permitía curarse y la solución simple que le permitió salir adelante.
“Les quiero hablar de cómo las creencias determinan nuestra salud y también pueden determinar nuestra enfermedad. Creencias que a veces ni nos damos cuenta. Les quiero contar una historia personal”, comenzó diciendo Alberto Cormillot.
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“Yo estaba haciendo un posgrado en la Universidad de Ginebra sobre las creencias en las enfermedades crónicas. Bueno, coincidió con que en esa época yo estaba con tos y fui a ver a uno de los mejores especialistas en enfermedades respiratorias”, contó.
“Me dio toda la medicación, no había mejorado, me siguió estudiando y me dijo: mirá, esa tos es por reflujo, así que tenés que tomar esta medicación y levantar la cabecera de la cama. Yo dije: no puedo tener reflujo porque no tengo acidez”, recordó.
“Además, levantar la cabecera de la cama”, cuestionó Alberto una de las recomendaciones. A su vez dijo: “Esto hace muchos años, hoy ya sería distinto. Levantar la cabecera de la cama es una cosa que dicen las abuelas. Seguí con tos, después de dos meses vi a otro”.
“Antes había pasado dos años con tos gracias a mis ideas equivocadas”.
“Esta vez, vi a otro especialista y me cambió la medicación. Y me dijo: Mirá, tenés que levantar la cabecera de la cama. Hice de vuelta toda la medicación, pero no levanté la cabecera de la cama”, destacó el médico, que una vez más volvió a desobedecer las recomendación que le dieron.
Fuente: Infobae
Creencias
“Cuando fui a Ginebra, me (hallé) con uno de mis compañeros que era el director del Hospital Neumológico más importante de Ginebra. Me dijo: Cambiá esta medicación y levantá la cabecera de la cama, y me explicó cómo se levantaba la cabecera de la cama”, rememoró Alberto Cormillot.
El líquido que se me iba a las vías respiratorias y después se metía en los pulmones durante la noche, no me iba a irritar más. Volví, levanté la cabecera de la cama, más o menos unos 15 centímetros, y desde ese día no tuve nunca más tos”, completó.