Soledad Pastorutti es una de las pocas estrellas de la música que se animó a cambiar, por lo menos su forma de vestir. Durante estos últimos años fue común leer en redes sociales: “Soledad, un minón”, entendiendo lo bien que le hizo a la imagen de la cantante cambiar el look.
“Sí, eso me lo trajo un poco la tele. Armar un equipo de trabajo con el cual me siento cómoda, no una: mona vestida de seda, ¿viste?, a veces te pasa que no sos vos. Y también los años”, asumió Soledad Pastorutti sobre su paso por la Televisión Pública y Telefe.
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“Es muy difícil transitar la juventud siendo una persona pública, venir del Interior del país con otro tipo de información y de economía para vestirse. Porque hoy tenés más recursos, sí te gusta algo te lo comprás; yo en aquel momento no podía”, aseguró la artista.
“Y siendo muy famosa, eh, tapa de revistas. Creo que el folclore o ser del interior no es limitante”, destacó Soledad. Si bien lo económico es una limitación, la artista era consciente que la mirada de la gente o la opinión eran una barrera bastante alta para saltar y caer bien.
“Cuando vos vivís en una sociedad pequeña, donde todos nos conocemos, tomás otros recaudos. Está el que se compra el auto 0 kilómetro y pasa por el centro del pueblo a todo lo que da. Y está el que toma como más recaudos porque vos sabés que hay cosas que son como guiños dentro de la sociedad”, agregó.
“Yo ya tenía uno que no lo podía evitar, era famosa, y eso para mucha gente de mi edad en ese momento era como agrandarse. Era un poco incómodo a veces, pero no sé si culpa. Yo trabajé siempre. Hoy te puedo decir que no tengo culpa de nada porque realmente me esfuerzo y me esforcé mucho”, destacó.
Siempre en Arequito
“Y un día dejé de (percibir) esos miedos porque me di cuenta de que, si uno era prolijo, trabajaba y trataba de no hacer cosas exageradas, en un país como el nuestro en donde todo es tan cambiante, se mantenía ahí, en un punto”, destaca Soledad Pastorutti sobre sus ingresos económicos.
Sobre nunca dejar Arequito, mencionó: "Fundamentalmente por mis hijas, porque siento que se crían en una atmósfera donde yo puedo estar más presente, allá tengo más tiempo. Si ellas viven acá (en Buenos Aires) como soy yo, trabajadora constante, no sé, no llegaría nunca a buscarlas a la escuela”.