Este domingo no fue un día más para la familia riverplatense, que se aglomeró en el mítico estadio Monumental, desde muy temprano, para despedir al director técnico más ganador de la historia de la institución: Marcelo Gallardo, quien no hizo más que agradecer.
El 16 de octubre de 2022 quedará para siempre marcado en la historia como el día en que un técnico del fútbol reunió en un solo lugar a setenta y cinco mil personas para un homenaje en vida. Marcelo Gallardo dijo adiós, pero dejó puntos suspensivos para un pronto regreso.
Juan Fernando Quinteros y Enzo Pérez, dos referentes del ciclo Gallardo se mezclaron entre la multitud al dejarse ver muy emocionados, casi que no podían ni hablar. Uno de los puntos más altos de la emotiva despedida sucedió cuando el director técnico saludó a todas las madres.
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Parecerá anecdótico, pero El Muñeco se despidió ante su gente el mismo día en que se festejó el Día de la Madre. Ana María Maidana, madre del ex DT de River, falleció justo cuando su hijo comenzaba a escribir su historia en la institución con letras doradas, en 2014.
“Cuando Gallardo le dedicó la Copa Sudamericana 2014 a su mamá recién fallecida me emocioné mucho porque yo también perdí a mi vieja. Me llegó tanto al corazón que vi la necesidad de agradecerle de alguna manera todo lo que él estaba haciendo por River”, contó un hincha.
El fallecimiento de Ana afectó profundamente a Marcelo en sus primeros años como DT de River. La señora padecía una enfermedad terminal y se fue de este mundo el martes 25 de noviembre del 2014, días previos a la primera finalísima que disputó Gallardo detrás de la línea de cal.
Ana era los ojos de Marcelo
“Cuando ganamos la Libertadores, fue cinco minutos antes y me metí en el vestuario. Lo vi solo y nos abrazamos, no nos salían las palabras, no podíamos parar de llorar. Marcelo siempre fue muy familiero y el fallecimiento de la madre había pasado hacía menos de un año; el cáncer se la llevó demasiado rápido”, mencionó Eliseo Gallardo, padre del Muñeco.
“Ana era muy babosa con Marcelo, eran sus ojos. Lo acompañó a la cancha hasta el final, casi no podía caminar pero igual insistía en ir a verlo. Estaba muy orgullosa de su hijo varón. Para no estarlo”, escribió Diego Borinsky en el libro caratulado “Gallardo Monumental”.