El jazmín es una planta que pertenece al género Jasminum, que comprende unas 200 especies de arbustos y trepadoras, originarias de las zonas tropicales y templadas de Europa, Asia y África. Se caracteriza por sus flores blancas o amarillas, de forma estrellada y con un intenso y dulce aroma, que se usan tanto para fines ornamentales como para la elaboración de perfumes, infusiones y aceites esenciales.
El jazmín es una planta que requiere de algunos cuidados básicos para que pueda crecer y florecer adecuadamente. La planta necesita recibir luz solar directa al menos unas cuatro horas al día, pero sin que le dé el sol de forma constante, ya que podría quemar sus hojas y flores.
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Lo ideal es colocarlo en una orientación sur o suroeste, y protegerlo del viento y de las heladas, que pueden dañarlo gravemente. Si se cultiva en maceta, se recomienda trasladarlo al interior durante el invierno, o cubrirlo con un plástico o una tela.
El jazmín se adapta a diferentes tipos de suelo, siempre que sean fértiles, bien drenados y con un pH neutro o ligeramente ácido. Se puede usar un sustrato universal o uno específico para plantas de flor. Si se planta en el suelo, se debe dejar un espacio de unos 50 cm entre cada ejemplar.
Si se planta en maceta, se debe elegir una que tenga agujeros para el drenaje y que sea lo suficientemente grande para que la planta pueda desarrollarse. El jazmín necesita un riego regular y moderado, evitando el encharcamiento y el secado del suelo.
También se debe mantener una buena humedad ambiental, sobre todo en primavera y verano, rociando las hojas con agua o colocando un plato con piedras mojadas debajo de la maceta. Necesita un abono mineral rico en fósforo y potasio, que favorece la floración y el crecimiento.
Poda y plaga
El jazmín se beneficia de una poda anual, que se debe realizar al final del invierno o al inicio de la primavera, antes de que broten las nuevas yemas. La poda consiste en eliminar las ramas secas, viejas, enfermas o dañadas, y recortar las ramas más largas para darle forma y favorecer la ramificación.
La planta es bastante resistente a las plagas y enfermedades, pero puede sufrir el ataque de cochinillas, pulgones, arañas rojas o moscas blancas, que se alimentan de la savia y debilitan la planta. Para prevenirlos, se debe revisar periódicamente la planta y eliminar los insectos con un paño húmedo o con un chorro de agua.