Andrea Rincón, en una reciente entrevista con la revista El Planeta Urbano, confesó que cambios realizó en su vida. Antes de entrar en detalles sobre su antes y después, la morocha resaltó: “Y hay que seguir cambiando hasta el último día”.
Andrea Rincón aclaró que sus cambios no fueron bien aceptados en el ambiente en el que se mueve. “No, imaginate que hay gente que dice “se bautizó y putea”. ¿Qué te pensás, que soy Jesús? La gente cree que los que van a la iglesia son perfectos”, comparó.
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“Escúchame, los que van a los hospitales son enfermos; los que van a la iglesia son pecadores. Yo estoy sentada en la mesa de los pecadores. No aceptan que alguien intente o trate de ser mejor persona. Claramente, yo no soy perfecta, me voy a mandar cagadas hasta el último día de mi vida”, reconoció.
“La única diferencia es que las voy a asumir y, si te tengo que pedir disculpas a vos o a quien sea porque me mandé una cagada, lo voy a hacer. Siempre voy a cometer errores porque soy un ser humano. Yo me canso de escuchar que la gente diga: no cambia más, eso es estigmatizar al otro. ¿Cómo que no cambia más? Todo cambia”, agregó.
Sobre el momento exacto que decidió ser otra, Andrea mencionó: “Sí, todo el tiempo, porque todo el tiempo veo cosas para cambiar. Soy una de las personas más imperfectas del mundo y siempre me voy a catalogar así, porque yo no miro todo lo que tiene el otro, miro lo que tengo yo y todo el tiempo encuentro imperfecciones”.
Andrea Rincón: “Fui a 200 km/h y me la pegué contra un paredón, había que cambiar la técnica sí o sí.
“Soy re autocrítica, te lo pueden decir todos mis amigos, siempre te puedo ir a pedir disculpas, no soy orgullosa. Y lo cambio y lo modifico porque entiendo, no puedo ser tan obtusa. Me fue muy mal en un montón de cosas de mi vida, si pienso que soy una ganadora soy una idiota”, asumió.
Decisiones
“Tuve que pedir ayuda, decir que no podía, pedir que me enseñaran. Y tuve un montón de personas luminosas que me agarraron la mano y me llevaron. Y después hasta la vida dio vueltas y les pude devolver, y estuvo muy bueno estar cuando me necesitaron; para esas personas voy a estar siempre. Con mis torpezas, yo me las voy a mandar siempre porque soy un pato criollo”, aclaró Andrea Rincón.
“Me quieren así porque saben que soy buena, no es que soy un sorete. Primero soy bocona, soy impulsiva, tengo un trastorno que lo estoy manejando muchísimo. De chica no tenía registro de que lo tenía y ahora lo manejo muy bien, sé dónde pararme, dónde trabajar, dónde no. Yo sé cuáles son los lugares en los que me siento tranquila, en los que me respetan. En los lugares que soy amada y cuidada, me quedo”, completó.